sábado, 17 de septiembre de 2011

America Latina más allá de los titulares por Leopoldo Martínez Nucete, Director Ejecutivo CDDA

La reunión anual de la Corporación Andina de Fomento (CAF) en Washington DC se ha convertido en un punto de encuentro fundamental para pensar la America Latina y la relación con EEUU. Durante este mes de Septiembre se celebro la misma con calificada participación de voces de toda la región.

Debo confesar que al terminar mi participación en este importante evento salí preocupado. Muchas personas analizan la región poniendo el acento en el tema del crecimiento económico, y pregonan vientos de cambio en una Latinoamérica que asumen plenamente democratizada o en proceso de plena democratización. Otras voces, en un tono relativamente arrogante, hablan de como Latinoamérica no aparece en las prioridades de Washington, celebrando que ello ocurra, y confundiendo esto con un síntoma de madurez, independencia o soberanía de los países latinoamericanos. La simplificación economicista del tema, por un lado; y este tono arrogante de algunos, soslayan complejos problemas, tanto en el plano político como económico.

En general, la región esta dividida en varios grupos de países con realidades bastante diferentes. Hablar de la América Latina como una realidad homogénea es tan superficial como hablar de “los hispanos” en EEUU. 


¿Qué tiene que ver la realidad de Brasil o Chile con las de Honduras o Guatemala? Latinoamérica es muy heterogénea y se muestra en bloques de países que se acercan y alejan dependiendo del tema que hablemos. 


Además, hay ejes bilaterales o encadenamientos intra-regionales cuya dinámica es ajena a la de otros. Pero ese es tema para un análisis que escapa esta entrega. Basta por ahora pensar en el eje Bogotá- Caracas y la disminuida Comunidad Andina de Naciones; MERCOSUR con su hegemonía Brasilera; la zona CAFTA-DR; la distancia que pone el NAFTA entre México y la región para muchos efectos; y finalmente, la idea algo elaborada   -pero con sentido y ya plasmada en un primer acuerdo multilateral- de formar un eje del Pacífico que uniría en un modelo de intercambio comercial y cooperación a Chile, Perú, Colombia y México. 


Por otra parte tenemos la dinámica y agendas de OEA y UNASUR, que apenas comienza a expresarse: ¿Habrá complementariedad o choques? ¿Será la OEA el órgano hemisférico por excelencia enfocado en temas institucionales y depositario de los instrumentos del derecho interamericano; mientras UNASUR se autolimita a actuar como un mecanismo adicional de integración? Lo cierto es que existe una dinámica de integración y agendas que se manifiesta en una red de acuerdos y propuestas, todavía no sabemos si capaces de unir a toda la región o construir bloques dentro de ella. Ese dato es reflejo de la heterogeneidad latinoamericana.

En el plano económico el llamado “boom latinoamericano” es mas bien un tema sudamericano. Las economías de México, Centroamérica y el Caribe tienen una vulnerabilidad mayor a la crisis de EEUU. Los mayores niveles de crecimiento y resistencia a la crisis global se encuentran en Sudamérica. 


Hablar de escenarios económicos, desarrollo y perspectivas es muy distinto para el caso de Brasil , Colombia o Chile, que para Venezuela, Argentina, Bolivia o Nicaragua. Los escenarios de recesión o profundización de la crisis económica en Europa y EEUU también tendrían un impacto muy diverso en cada país de la región, pudiendo hechar por tierra los niveles de crecimiento que registran actualmente. (haciendo click podrá ver los distintos escenarios). 


Y en relación al tema de las perspectivas de Venezuela, que implicaciones tendría un viraje forzado por las circunstancias fiscales o políticas sobre las economías del Caribe y Centroamérica. El subsidio de PETROCARIBE y otros esquemas de cooperación de Venezuela, con un barril a $100, es determinante por ejemplo para República Dominicana, por citar un caso, cuya sustentabilidad pasa por los ahorro que sobre su balanza de pagos representan las importaciones petroleras bajo estos esquemas de cooperación. 

El crecimiento de los países latinoamericanos (y principalmente los sudamericanos) está promovido por las exportaciones de materias primas y el socio comercial que lo hace posible o energiza es China. He allí un primer patrón que observar: la re-primarización de las economías en la región, con una nueva dependencia en ciernes, la de China. Las implicaciones son importantes. De hecho el crecimiento sostenido en los sectores primarios está produciendo un “revaluación” de muchas monedas latinoamericanas (el Real de Brasil un ejemplo icónico), con los cual aparecen nuevos riesgos por ser un freno a las exportaciones de valor agregado o manufactura. Adicionalmente, las materias primas y energéticas van a China, principal competidor de productos terminados para America Latina, no solo en sus tradicionales mercados de exportación (EEUU y Europa), sino en sus propios mercados domésticos. Por otra parte, la relación con China no parece venir acompañada de flujos de inversión directa típicos en las últimas décadas de evolución en el intercambio económico con EEUU y Europa, salvo en el caso del sector petrolero y minero. Finalmente, junto con estas reflexiones es preciso mencionar el tema de la innovación y las cadenas de valor, de las cuales carece en buena medida Latinoamérica. Al menos en la proporción necesaria para impactar en la economía global. Nuevamente, escapa de esa realidad Brasil con el etanol y otros “clusters” o cadenas de valor agregado.

Un segundo tema es la deuda social. La pregunta es si crecimientos económicos -en escenarios ya un tanto recalentados- que promedian el 4% o 5% del PIB son suficientes para reducir la pobreza, disminuir las desigualdades e incrementar de forma significativa los gastos e inversiones fiscales en educación, salud y servicios sociales, indispensables para asegurar acceso e igualdad de oportunidades. 


Hay países donde habría que acelerar y sostener crecimientos por el doble del orden actual para cerrar las brechas existentes en plazo un razonable, antes que el crecimiento acentúe la desigualdad como resultado del dualismo socioeconómico, abriendo espacio a nuevos escenarios de inestabilidad política. Esto es mas que una hipótesis. El caso del Perú es un ejemplo digno de análisis. Con un crecimiento económico de punta en la región (que ha promediado entre 6% y 8% en los últimos años), la opinión política nacional quedó alineada con la protesta ante las desigualdades sociales. Sin descartar Ollanta Humala sea capaz de conciliar tendencias y administrar expectativas, la incógnita es por cuanto cohabitará con los sectores que hoy garantizan la moderación de su accionar económico, o en cuando tiempo su moderación puede despertar una frustración política en los sectores sociales que se movilizaron por su propuesta, abriendo camino a la incertidumbre nuevamente; y con ello, a la crisis de gobernabilidad.

Sigamos con lo político. Es cierto que todos los gobiernos de la región son producto de elecciones, pero existen grados importantes y diversos de debilidad institucional. Quizás Chile escapa de esa realidad, pero en el resto de la región los temas de la reelección presidencial, la subordinación de los Congresos y la falta de autonomía de los poderes judiciales persisten. La judicialización de la política y la politización de los poderes judiciales se manifiesta de forma preocupante, cierto que es distintos grados y con distintos alcances, pero es un problema compartido en la institucionalidad Latinoamérica. Respeto a los derechos humanos y la legalidad; los problemas de acceso a la justicia; y la corrupción; no son temas exclusivos de Venezuela, donde estos males hacen metástasis. Como consecuencia, la debilidad institucional, sumada a las desigualdades y la pobreza, han abierto campo a la expansión de diversas formas de operación y presencia del crimen organizado en la región.

Detengamos nuestra atención en los temas plateados. El World Justice Project y el American Bar Associaton han venido elaborando sobre el tema del “rule of law” (“imperio de la legalidad”) en América Latina como parte de un estudio global. Los índices son muy poco alentadores, con excepción de Chile y Uruguay, al contrastarlos con un grupo de países con un nivel relativo de desarrollo comparable.

La agenda de derechos humanos tiene dos ámbitos. El primero político. Libertad de prensa y derechos políticos. Panorama nada alentador. En América Latina es una de las regiones del mundo donde el ejercicio del periodismo es mas peligroso, y se paga hasta con la vida. En el año 2010 resultaron asesinados 35 periodistas por desarrollar sus labores, para citar un dato escalofriante. En Colombia la agenda de seguridad democrática ha dejado algunas venas abiertas en material de derechos humanos. En Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua la persecución política o el ventajismo oficialista en todos los procesos electorales o de participación esta a flor de piel. 


Latinoamérica es también una de las regiones con mayor presencia de concentaciones de poder empresarial en el los medios de comunicación social, lo cual es fuente permanente de manipulación de la opinión pública con propósitos políticos o económicos, lo cual tarde o temprano desemboca de conflictos que afectan la gobernabilidad. El segundo ámbito en materia de derechos humanos tiene que ver con inclusión social. Un vistazo a los índices de desigualdad social de America Latina nos coloca frente a una de las regiones del planeta con mayores diferencias y problemas de igualdad de oportunidades.


Pero toca referirse al tema de la corrupción y el crimen organizado, que es muy preocupante. 



Últimamente se han dedicado decenas de artículos a elogiar los logros económicos latinoamericanos de la década, y su resistencia frente a la crisis global desde el 2008. Ahora aparecen otros hablando de proyecciones económicas ajustadas ante la prolongación de esa crisis, y algunos sobre el tema de la dependencia de la exportación de materias primas.

Pero hay otros desafíos. La semana pasada hablamos de la educación. Hoy lo hacemos sobre el tema de la corrupción y el crimen organizado, que son muy preocupantes. 

Los índices y el mapa de la organización “Transparencia Internacional” son reveladores. Coloca de color rojo las zonas mas corruptas del globo. Salvo por Chile y Urugua,y el mapa es alarmante en América Latina.

Por otra parte, el Departamento de Justicia de los EEUU en su cruzada por hacer cumplir la Ley contra prácticas corruptas en el exterior (FCPA), ha puesto los puntos sobre la íes en un creciente número de situaciones, la mayor parte de ellas en América Latina, incluyendo casos que tocan países donde la corrupción era un mal muy distante como Costa Rica. Lo mismo sucede con las investigaciones iniciadas por as autoridades Inglesas con base en la Ley “Anti- Soborno”.

Los medios han destacado escándalos como el del financiamiento de la campaña electoral de Cristina Kichner por parte del gobierno de Hugo Chávez (el cual concluyó en un vergonzoso proceso criminal en el estado de la Florida contra sus autores); o casos como el de la llamada “Embajada Paralela” en Buenos Aires, un centro de gestión de toda clase de tráfico de influencias en los negocios gestados al amparo de los esquemas de cooperación suscritos entre Argentina y Venezuela.

Pero el impacto mas preocupante de la corrupción se traduce en la fertilidad del terreno para la operación del crimen organizado. Primero, la presencia expansiva y violenta de los carteles de la droga en México y Centroamérica, con casos extremos como el de Guatemala donde la penetración institucional del narcotráfico hace pensar que no estamos lejos de un estado fallido. Luego está el tema de la legitimación de activos provenientes del crimen organizado o el narcotráfico en Panamá, el Caribe y Venezuela.

No es que no hay avances o políticas enfrentando estos problemas. Admitimos que en algunos países como el caso de Colombia las hay, con sus costos en otros órdenes, pero con importantes resultados. No obstante, el crimen organizado y su presencia en la región es un cuero seco. Lo pisas de un lado y se levanta por otro. Los avances en Colombia han trasladado el flagelo para México y América Central. Y lo cierto es que el crimen organizado gana espacios apoyado por la coexistencia de profundas desigualdades sociales, debilidad institucional de las democracias de la región y extendida corrupción.

Entonces ¿Cómo ser optimistas sólo por mirar unas tablas de crecimiento económico?

Alcanzar un marco de fortaleza institucional en la lucha contra la corrupción; y diseñar una agenda interamericana para combatir el crimen organizado bajo el auspicio de la OEA, son dos temas centrales para la región en el 2012.


Entremos, para finalizar, en el tema de la relación con EEUU. No es que Washington esté poco interesado en Latinoamérica. Lo que viene aconteciendo es que ha enfocando su agenda hacia los temas mas relevantes para su política interna: narcotráfico (crimen organizado) y migración. 


Es inevitable que ante el creciente rol comercial e influencia económica de China, los EEUU han perdido peso, pero miremos las cifras de comercio e inversión extranjera directa. Además pensemos que el movimiento migratorio mas grande del mundo es quizás el que ocurre de Latinoamérica hacia los EEUU. Nadie puede soslayar entonces la relevancia de EEUU para America Latina. Lo que sucede es la relación impone una nueva agenda que responda a una nueva etapa de madurez en las relaciones. Entramos entonces en el campo de la negociación de acuerdos bilaterales, el cabildeo, las disputas ante la OMC, la concepción de un modelo de seguridad hemisférica y el intercambio de experiencias exitosas de gobierno. Es decir, ni EEUU tiene las pretensiones que tuvo sobre America Latina (afortunadamente), ni America Latina como consecuencia de los resultados económicos (también afortunadamente), hace méritos para una agenda centrada en asistencia internacional (que se dirige con razón a países como los de África cuyos per capita justifican el subsidio). Y es lógico. Los mercados emergentes que compiten con America Latina son muchos. Los recursos son limitados. Y la hegemonía Estadounidense es cosa del pasado.

En síntesis, estamos ante una nueva dinámica inter-americana que cuya agenda sigue pendiente. Los temas del crimen organizado, narcotráfico y migración pasan por una visión holística, cuya dimensión económica y social pone de relieve la recíproca necesidad de ambos bloques por encontrarse en una propuesta mas ambiciosa de justicia, complementariedad, cooperación e intercambios.

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